martes, 4 de junio de 2013

Año 2013, nuevas alumnas, nuevos escritos. En esta entrada, con la que reinauguramos el blog, una selección de textos donde las alumnas escriben sobre sus recuerdos acerca de la literatura en sus vidas. 


El Paraíso.
                                                         por Leticia Rodriguez
 Si miro hacia atrás escucho en mi memoria las canciones en la voz de mamá, y un cuento distinto cada noche a la hora de dormir. Recuerdo que solía ser la protagonista de mucho de ellos, pero otras veces, chanchitos, princesas, reinas, lobos feroces, patitos, y otros personajes, aparecían y desataban mi imaginación. Al final, llegaba el hada de los sueños y un beso cálido de despedida hacía que me quedara dormida y soñara siempre cosas lindas.
 Al comenzar un nuevo día esperaba ansiosa que despertara mi hermano, mi primer amigo, mi compañero de aventuras. Solíamos jugar juntos todo el tiempo, a veces a las muñecas y otras veces ¡claro! a las carreras de autos entre otras cosas.
Cantar, bailar, jugar todo el día, sentir la magia en cada rincón, construir con alegría y amor un mundo perfecto. Un caramelo era una hermosa sonrisa y un abrazo de mamá o papá significaba protección.
 Mirar hacia atrás es encontrar en mi memoria el paraíso.



                                                 Los Cuentos de la Abuela.

                                                                             por Anabela Cieri Portillo 

 En mi secundaria, más precisamente en 5to año, en 2011, comenzamos en  Literatura con las poesías. Al principio me costaba inventar  frases que rimen, mi mamá me contaba que a ella le encantaba escribir poesía en su adolescencia. Un día que yo estaba haciendo la tarea, me mostró todas las poesías que tenía guardadas, todas hablaban del amor y otras de desamor.
Nos pusimos a compararlas con las que yo estaba escribiendo, y fue algo muy gracioso, porque había estrofas que eran idénticas a las que yo había escrito.
Luego de terminar de compararlas marcamos todas las estrofas o versos que eran iguales o parecidos y los escribimos en hojas apartes.
Al terminar de pasarlas, nos quedaron 2 hojas llenas.
Mi mama me contaba que esas poesías las construía mediante las historias de amor y cuentos que le leía mi abuela.
Y me dijo que a mí también me las leía, pero yo no me acordaba porque tenía entre cuatro y seis años. Y que seguramente coincidíamos en esos versos o estrofas porque los relacionábamos con esas historias que nos contaba mi abuela.


                                   Mi abuela y yo.
                                     por Mariana Cottet

Un recuerdo muy plasmado que tengo de mi infancia es que cuando iba a lo de mi abuela, siempre le decía: "Leeme un cuento". Ella no tenía problemas porque le encantaba hacerlo. Nos sentábamos en su cama, apoyando nuestras espaldas en el respaldo y las piernas sobre el colchón para estar más cómodas y ahí me leía.
Lo que sentía en ese momento era hermoso, porque su modo de leer tranquila las historias me ayudaba a imaginarme a mí como protagonista, por más que fuera un animal el personaje. También recuerdo que sentía su aroma a cremas mientras me leía y yo escuchaba con atención. 





Mi cuentacuentos
                                                  por Melissa Dutra

"¡Leeme un cuento!" le decía a mi mamá susurrando y me acostaba a su lado casi todas las noches. Pero ella no leía sino que inventaba. Me contaba muchas historias, aunque yo siempre elegía la misma: "la del árbol y el gigante, ma...". Ella, muy entusiasmada, a pesar del cansancio que tenía después de un día de trabajo, me relataba esa historia que tanto, siempre, me gustó.
Hoy, ya en mi juventud, la sigo recordando. Las noches que no puedo dormir pienso ese cuento y las imágenes que yo inventaba mientras escuchaba su voz invaden mi pensamiento y me dejan descansar. 






miércoles, 14 de diciembre de 2011

Entrevistas y juegos de antaño II

Con el objetivo de indagar en los juegos infantiles en otras generaciones, las alumnas realizaron entrevistas. En uno de los post anteriores de este blog, incluimos una selección de entrevistas narradas; ahora queremos compartir otro tipo de entrevistas: la entrevista tradicional



Los juegos de ayer, una experiencia maravillosa.
                         por Rocío Márquez Rodriguez y Silvina Schwartz


Esta entrevista fue realizada con el fin de querer conocer de qué manera se divertían las personas varios años atrás y a qué jugaban, y de este modo poder conocer las costumbres y aquellos juegos que hoy en día se han perdido.
En este caso la persona a la que haremos recordar un poco su infancia es a Carmen Castaña. Tiene 38 años y es madre de Rocío Márquez (19 años) y de 2 hijos más, Guillermo (16 años) y Antonella (6 años).

-¿En dónde has vivido durante tu niñez?              
  - En el campo, rodeado de montes. En San Pedro, Misiones.
-¿Hasta qué edad viviste allí?
- Hasta los 18 años.
-¿A qué jugabas? -En nuestra casa jugábamos muy poco, para jugar a las muñecas hacíamos muñecas de trapo. En los tiempos libres jugábamos a la mancha, escondidas, al gallito ciego.
-¿Con quién jugabas?
-Con mis hermanos, primos y en alguna oportunidad con vecinos que venían a visitarnos.
-¿Por qué dices que en tu casa jugaban muy poco?
-Porque nuestros padres nos inculcaban más responsabilidades desde chicos. Realizábamos todo tipo de trabajo que nos ordenaban.
-¿Qué tipo de trabajos?
- Limpiar todos los días la casa, cocinar, lavar ropa, cuidar a mis hermanos más chicos: dándole de comer, cambiándole de pañales de tela y lavar el pañal sucio, darle la leche, bañarlos; ayudar en las huertas.
-¿Recuerdas los juegos que realizaban en la escuela?
-Recuerdo que jugábamos al tejo (rayuela), saltábamos la cuerda, juego de pies en las escaleras(pisapisuela), escondidas, mancha congelada, mancha sentada, el juego de la oca, Martín pescador (pasará), la ronda de San Miguel, farolera, teléfono descompuesto, huevo podrido, tuli (mancha), tesoro escondido, prenda (anton-anton pirulero), veo veo, piedra papel o tijera.
-¿En qué consiste el juego de “pies en las escaleras”?
También le decíamos pisapisuela, en el que una niña que hacía de "Madre" elegía a los "Ángeles" con una cuenta de pisar:

Pisa, pisuela, / color de ciruela, /vía, vía, este pie/ No hay de menta, / ni de rosa, / para mi querida esposa. / Que se llama doña Rosa / y que vive en Mendoza, / y se acaba de casar / con un palo de a-ma-sar.

La niña cuyo pie había sido tocado en el momento de pronunciar la última sílaba debía levantarlo. Si volvía a resultar tocada era elegida "Primer Ángel", y debía apartarse del grupo. En esta forma eran elegidos los restantes "Ángeles", que se alineaban detrás del primero. La niña que quedaba resultaba "Diablo". Llegado el juego a este punto la "Madre" llamaba a los "Ángeles":

Madre: Primer Ángel, ven a mí.
Ángel: No puedo porque está el Diablo.
Madre: abre tus alas y ven a mí,

El "Ángel" debía atravesar a la carrera el lugar que ocupaba el "Diablo". Este le arrojaba entonces una pelota o bolitas de papel. Si lo alcanzaba con sus proyectiles el "Ángel" quedaba prisionero del "Diablo", y en caso contrario pasaba al bando de la "Madre". Ganaba la figura que había reunido más "Ángeles".

Una postal: la infancia en medio del verde misionero.

-¿Y en qué momento practicaban todos estos juegos?
- En tiempos libres y recreos.
-¿Cuál era tu favorito?
- El pasará y la ronda de San Miguel.
-¿Algunos de estos juegos se los pudiste transmitir a tus hijos?
-Sí. Mis dos hijos mayores cuando eran chicos jugaban mucho a estos juegos. La rayuela, saltar la cuerda, la mancha, las escondidas, son juegos que por lo general los realizaban en la escuela, pero también acá en casa cuando venían sus amiguitos. Ahora sólo me queda la menor de todos. Anto se divierte jugando a la maestra teniendo a los perros como alumnos.
-¿Crees que la manera de divertirse que actualmente tienen los chicos a cambiado mucho?
-Y…sí. Ha cambiado bastante. Hoy en día se fabrican juguetes de todo tipo y los chicos cada vez que ven algo nuevo enseguida lo quieren. Muchas veces tienen de todo pero igualmente se sienten aburridos.
También están las computadoras, que es un gran entretenimiento para ellos y debido a esto los juegos al aire libre se practican menos.



Se jugaba mucho en el patio de la escuela
                                                                    por Dafne Battista

Entrevistamos a Marcelo Batistta, de 45 años, profesor de Historia y Formación Ética y Ciudadana, quien nos recibió en su casa y nos contó sus experiencias de juego de su infancia.

     ¿A qué jugabas cuando eras chico?
-         Jugaba a la troya, el cuadrado, el hoyo, remontaba pandorgas, al fútbol, la matrera, a policías y ladrones, la mancha, la escondida, el huevo podrido, el pisa pisuela, la payanca, el tutti frutti y a los indios.

  ¿Con quiénes jugabas?
-         Con los vecinos del barrio y algunos juegos con mis compañeros de grado en la escuela.

  ¿En qué lugares?
-         En el potrero, que era un terreno baldío, en el patio de la escuela, en la vereda de mi casa y en un campito cercano a ella.

¿Cómo se jugaba a la troya?
-         Se jugaba con bolillas, una de tamaño más grande llamada bochón, que era utilizada como puntero, e impulsada tenía como objetivo retirar las bolillas de menor tamaño, que se encontraban en un sector determinado (en la troya).

    ¿Qué era el cuadrado?
-         Era un juego de similares reglas que la troya, donde la finalidad era sacar de los límites de un cuadrado trazado en la tierra, a la bolilla del contrincante o adversario, con una “chanta”.

     ¿Y el hoyo?
-         Se hacía un hueco en la tierra al cual se debía embocar, para tener derecho a tratar de impactar la bolilla del contrario.

  ¿Cómo remontabas pandorgas?
-         Este juego tenía su etapa preparatoria, ya que se debía conseguir una caña, que se dejaba secar, para formar parte del esqueleto o estructura del barrilete. La mayoría de las “pandorgas” se hacían con papel de diario o de revistas, siendo casi un lujo poder hacerlas con otro tipo de papel. Se necesitaba de la experiencia de los abuelos, padres o hermanos mayores, para la elaboración del engrudo (harina y agua), que se hacía para pegar el papel y que este no quedara muy pesado para levantarlo en vuelo. Muchas veces no se lograba el objetivo recibiendo el calificativo de que estaba “empachado”.
Se les agregaba una cola con diversos retazos de trapos para un mejor desempeño en el aire. En algunas oportunidades en la mencionada cola se anexaba una gillette para provocar daños y destrozos en los barriletes de los otros chicos.

 ¿Dónde jugabas al fútbol?
-         Se jugaba en “potreros” que era pequeñas canchas de fútbol, antecesoras del actual fútbol 5. Generalmente, se jugaba descalzo ya que de hacerlo con zapatillas o zapatos de fútbol significaba “tener ventaja”, porque no todos los chicos tenían calzados). Se utilizaba muchas veces una pelota de trapo, confeccionada con restos y alguna media de nuestras abuelas.

¿Qué era la matrera?
-         Consistía en designar a un chico como el cazador, que debía correr tras los demás, atraparlos y contar hasta 10 para cumplir con el juego. A continuación, quien era atrapado ayudaba al primer cazador para atrapar a todos los demás. El primer jugador que era atrapado, era quien iniciaba un nuevo juego, cuando todos los participantes era cazados.
Generalmente, se jugaba mucho en el patio de la escuela, durante los recreos. Algunas veces con consecuencias lamentables (martingala rota, bolsillos descosidos, guardapolvos inmaculados totalmente sucios).


Dafne y su padre, quien nos llevó de viaje por su infancia.


   ¿Cómo jugabas a policías y ladrones?
-     Se desarrollaba de manera similar que la matrera, con la variación de que los perseguidos son los “ladrones”, los que una vez capturados eran ubicados en un sector conocido como la “cárcel”.

     ¿En qué se diferenciaban la mancha envenenada de la común?
-     El objetivo era tocar el cuerpo del adversario en cualquier sector, en especial en aquellos lugares que resultaran incómodos para correr, ya que la nueva “mancha” debía trasladarse tocándose con una de sus manos en el lugar en el que fuera tocado. Estaba prohibido tocar partes que ofendieran a la moral.


    ¿La escondida se jugaba igual que en la actualidad?
-     Sí, consistía en tratar de desaparecer y no ser visto por aquella persona encargada de encontrar a los jugadores.

     ¿Cómo jugabas al huevo podrido?
-     Hacíamos una ronda entre todos los participantes, cantando una canción. Uno debía correr alrededor del círculo formado, con un bollo de papel que era depositado detrás de un compañero elegido, evitando que este se diera cuenta y tratando de lograr una vuelta entera para llegar al mismo lugar donde se había dejado el “huevo”. También había que evitar ser atrapado por éste, ya que se era eliminado temporalmente del juego.

     ¿Qué era el pisa pisuela?
-     Era un juego en el que todos los participantes colocaban sus pies en fila y, quien llevaba adelante el juego, entonaba la canción de éste en sílabas, representadas por cada pie. Al finalizar la canción, el pie al que le correspondía la última sílaba, recibía un pisotón siendo retirado el pie del juego. Éste era más compartido entre varones y mujeres que otros juegos.

  ¿Y la payanca?
-     Se utilizaban 5 piedras, consistiendo el juego en arrojar una de ellas hacia arriba (al aire), e ir levantando la cantidad de piedras necesarias según el turno. El juego se complicaba cuando se completaba la pasada “simple” y comenzaba la “cambiadita”.

  ¿Cómo jugabas al tutti frutti?
-     Se jugaba con hojas y lápices, tratando de completar con la misma letra inicial, los distintos cuadros que formaban parte del juego (frutas, flores, cosas, colores, nombres, apellidos, animales y lugares). El primero que lograba completar todos los cuadros expresaba “tutti fruti”, impidiendo que el resto de los participantes pudiera seguir respondiendo. Posteriormente, se controlaban las respuestas de cada uno de los jugadores y se otorgaban puntos por cada respuesta, recibiendo la mitad de esos puntos cuando 2 jugadores coincidían en sus respuestas.

  ¿Qué era jugar a los indios?
-     Este juego consistía en dividirse en 2 grupos y su objetivo era conquistar la base o fuerte del “enemigo”. Lo jugábamos en un terreno con mucha vegetación lo que dificultaba la visibilidad del campo de juego. El primer paso consistía en sectorizar el territorio a defender/conquistar. Seguidamente, se construía el fuerte utilizando restos de madera; y aprovechando la misma vegetación existente, se concretaban diversas artimañas a los efectos de provocar distracción en los participantes enemigos y capturar su base.
Este juego no era común en todos los niños, pero si en mi barrio y era muy entretenido.

     ¿Qué diferencias crees que existen entre los juegos de antes y los de ahora?
      -     Los juegos de antes servían de unión entre los niños, eran socializadores, desarrollaban la inventiva, en cambio en la actualidad, se volvieron mecánicos, virtuales e individualizantes. Hace uno años existía la particularidad de una rivalidad innata, que nos llevaba a  desarrollar actitudes que provocaban verdaderos enfrentamientos barriales, todo ello en un afán de superación y orgullo.
Nunca se llegaba al uso de la fuerza, pero quien resultara perdedor debía sufrir la humillación de verse superado, no obstante haber ofrecido su mejor esfuerzo. Y esa competencia se verificaba en cada uno de los juegos que hacíamos.
Si confeccionábamos una “pandorga”, ésta debía ser más grande, de mayor colorido y hasta con la “cola” más larga. Si el juego era la “matrera”, protegíamos a nuestro mejor corredor. El fin de semana era dedicado al fútbol. Y no importaba nada más que correr más que tu ocasional rival y por supuesto hacer más goles. En consecuencia, se fortalecía el grupo, por sobre la parte individual.
En la actualidad, sólo se comparte una pantalla y la individualidad supera lo colectivo, sumándole a ello el perjuicio de la poca actividad física. Por otro lado, no hay interacción concreta y efectiva.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Adaptaciones sobre cuentos de Andersen

Las alumnas hallaron un bello material sobre cuentos de Andersen: dos de sus cuentos inolvidables readaptados en producciones audiovisuales

El primera, La sirenita en un corto de origen japonès...


Y el segundo, La niña de las cerillas, en un encantador relato con los tintes de Disney...

jueves, 17 de noviembre de 2011

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Hans Christian Andersen y una animación en base a La niña de las cerillas

El último narrador leído en el Taller, este año, ha sido el danés Hans Christian Andersen, a quien le debemos cuentos inolvidables como El patito feo y La sirenita.
Comparto este audiovisual basado en La niña de las cerillas, otra de sus historias más conmovedoras y reconocidas.

Entrevistas y juegos de antaño

A fin de investigar sobre los juegos típicos de  las infancias de otras generaciones , las alumnas realizaron diversas entrevistas. Además, este trabajo tuvo otros objetivos: articular contenidos con la cátedra de Corporeidad, y practicar las estructuras y modos de lenguaje propios tanto de la entrevista tradicional como de la narrada. Esta última es una especie de "crónica de una entrevista", y en ella se combina las citas directas e indirectas, con descripciones y narraciones. A
A continuación, algunas de las entrevistas narradas que fueron seleccionadas para este blog:



"Encontrábamos la manera de divertirnos con poco…"
                                                                            por Cielo Martinez

    Magdalena Bel tiene 70 años y es mi abuela materna. Vivió en el campo desde muy pequeña y concurrió a la escuela rural más cercana.
     Esta entrevista se la realicé en su casa de Colón, donde vive actualmente, con el objetivo de indagar y conocer algunos juegos tradicionales de su infancia.
    Mientras cocinaba, ella fue recordando recreos, compañeros, maestros y, sobre todo, la escuela en la que creció y aprendió tanto.
    Lo primero que le pregunté fue por aquél juego que más le gustaba. Enseguida, poniendo cara pensativa, me dijo que su favorito era la payanca; al notar mi asombro, rió y dijo: “Se jugaba con cinco piedras que tenían que ser chiquitas, bien redondas y, si eran blancas, mucho mejor. Siempre las teníamos en el bolsillo por si se presentaba el momento de jugar.”
    También me contó que solían sentarse en ronda con las piernas cruzadas y que cada uno, en su turno, tiraba una piedrita hacia arriba y, al mismo tiempo, tomaba una de las que estaban en el piso. “Ese primer paso se llamaba “de uno”, afirmó.
    Luego hacían lo mismo, “de dos”, “de tres” y “de cuatro”. Tenían que tomar en un movimiento rápido ese número de piedras mientras la otra estaba en el aire. Después venía “el pique”, en el que, con todas las piedras en la mano, tiraban una de ellas hacia arriba y debían volver a agarrarla antes de que cayera al piso. “En este paso era común que, al intentar atraparla en el aire, la piedra rebotara contra las otras y cayera, lo que significaba que el participante perdía su turno”, contó.
    Luego, tomó cinco semillas de zapallo que tenía a su alcance en la cocina. Intentó volver a jugar comentando que, cuando era chica, tenía mucha rapidez en el movimiento de sus manos ya que jugaban muy seguido. “Con el tiempo me fui convirtiendo en una mala jugadora; será cuestión de volver a practicar”, admitió riendo.
    El último paso del juego era el puente. Para éste, formaban un arco en el piso que consistía en el dedo índice colocado sobre el mayor. El jugador tenía que tirar las piedras al piso frente al puente y el otro compañero elegía una de ellas; en lo posible una que dificultara el paso de las otras piedras por debajo del puente. El jugador ganaba si, mientras tiraba una de las piedras al aire, pasaba el resto de a una debajo del puente, dejando para el final la elegida por el otro compañero. “Toda una ciencia”, agregó.
    Le pregunté, también, qué otro juego recordaba además de ese. Después de un pequeño silencio, me dijo que solían jugar a “La palma”. Para eso, se separaban en dos grupos y formaban dos hileras enfrentadas. Definían qué grupo comenzaba a jugar haciendo el “pan y queso”.
    “El juego consistía en ir tocando la palma de la mano de cada uno de los que estaban en el grupo contrario y, cuando decía “palma” en una de las manos, ése debía correrlo. Si llegaba a su lugar antes de que lo atrape, seguía jugando y, si lo cazaban antes, tenía que abandonar el juego. Ganaba aquel jugador que permanecía en su lugar sin haber sido atrapado nunca”, me explicó entusiasmada.
    También recordó otros juegos muy comunes como las escondidas, saltar la cuerda, el huevo seco, el tatetí o los milicos.
Entrevistora y entrevistada: Cielo y su abuela.
    “¿Se valoraba el juego dentro de la escuela?”, pregunté. “Muchísimo”, me dijo ella. Recordó que cuando tocaba la campana para ir al recreo salían enseguida todos juntos. Su maestra no se perdía ni uno de los juegos; hacían rondas, canciones, jugaban a la mancha, a embocar piedritas en latas o algún otro juego que inventaban en el momento.
    Los días de lluvia construían barquitos de papel y los tiraban en el cordón cuneta. “¡Cómo nos divertíamos!”, anheló.
    Mientras recuerda aquellos tiempos, no puedo evitar pensar en que actualmente el juego está dejándose de lado y ya no se le da la misma importancia que antes. Los chicos muchas veces se pasan toda la tarde delante de la computadora o la televisión, y se pierden de lo lindo que es jugar al aire libre o compartiendo con otros amigos.
    “La mayoría de los juguetes eran hechos por nosotros; hoy en día eso no se ve”,  dijo. Y, lavándose las manos, recordó que le gustaba mucho armar muñequitos con choclos; la barba del choclo era el pelo del muñeco. “Encontrábamos la manera de divertirnos con poco”, concluyó.
    Su infancia marcó una etapa muy importante en su vida. Nunca va a olvidar a sus compañeros y, sobre todo, a la maestra que tanto le enseñó. Esos recuerdos quedarán para toda la vida en su corazón.  

“Esa era nuestra diversión”
Elsa Ester Dacuez, de 52 años, quien se desempeña actualmente como ama de casanos contará cuáles eran los juegos con los que se divertía durante su infancia.
Por: Lourdes Fleitas

    Nació en Concepción del Uruguay, pero sus padres vivían en Colonia Elía.
Cuando tenía uno o dos años, se fueron a vivir a Buenos Aires y estuvieron cuatro o cinco años, después volvieron y se quedaron acá, en Concepción, hasta ahora.
    “Siempre jugaba con mis dos hermanos, Viviana y Roberto; porque no nos dejaban salir a jugar con otros nenes o ir a alguna casa”, se lamenta. Al lado había una familia con cinco hijas, pero jugaban ellos en el patio de su casa y los otros en el patio de la suya, comentó.
Su lugar de juego era el patio de la casa y un galponcito que había en el fondo. También “durante los recreos, en el patio de la escuela”, afirma.
    “Por lo general hacíamos una casita adentro del galponcito y jugábamos a la mamá o a la tía. Armábamos ropita para la muñeca y hacíamos con las ristras de ajo las cunitas”, se ríe y muestra con sus manos 
cómo
 las hacían.
También  jugaban con zancos. Los armaban con un tarro de leche y una piola, “pasábamos la tarde entera”, se ríe recordando aquellos momentos.
    Su cara se 
entristece y hace que mi sonrisa decaiga, al recordar que desde muy joven debió comenzar a trabajar, “a los nueve años me mandaron a  trabajar  en casa de familia; hacía de niñera en lo de una vecina, entraba a las tres de la tarde y salía a las ocho de la noche; y cuando llegaba a mi casa me ponía a hacer las tareas, o sea que no podía jugar mucho”. 
Elsa, la entrevistada, y mamá de Lourdes, la entrevistadora.

    “Sábados y domingos sí eran días de juego, porque tampoco nos llevaban a pasear y ni siquiera televisión había”.
    Recuerda, que sólo dos veces a la semana los dejaban ir a mirar televisión a la casa de enfrente: “era el único hombre que tenía televisor y como vivía con una nieta íbamos los gurises del barrio a mirar
 El chavo. Esa era nuestra diversión”.
    En la escuela jugaban a la loca, a la mancha, al huevo podrido, a la rayuela, a  saltar la cuerda y al elástico. “A mí me gustaba mucho actuar, entonces siempre que había actos yo participaba. Pero a mí no me hacían ropa ni nada, siempre con el guardapolvo o a veces las maestras nos traían cosas para ponernos”, continúa.
    Los únicos juguetes que recuerda haber tenido eran muñecas de tela, que ellas mismas hacían con trapos viejos.
    “Nuestros  juguetes eran botellas, cajitas, piolitas, frasquitos, alguna olla vieja o una pava que se había roto, todas cosas que desocupaban de la cocina y nos daban para jugar”. Qué diferente a la actualidad ¿no?
    
Entristecida recuerda que los cumpleaños jamás se festejaban. Regalos únicamente para navidad o reyes. “Los regalos eran taza para la leche o ropa”, dice
.
    Para finalizar dijo que le gustaría contarnos una anécdota de su infancia
.  “Una vez, para Reyes, andábamos corriendo y jugando a la loca, de tardecita en el campo,  y nos encontramos con unos paquetes, los abrimos y miramos. Después se enteraron nuestros padres y nos dieron varios golpes, de ahí nunca más recibimos un regalo para Reyes, porque ya habíamos descubierto que eran nuestros padres”.




Patricia Retamar
“Éramos tan pobres”


Sus juegos de chica, que marcaron su infancia.
Por Stefanía Bentancourt

Ni computadoras, ni celulares último modelo. Patricia Retamar jugaba a otras cosas. En la cocina de su casa, rodeada de olores, recuerdos que vienen a su memoria, nos cuenta cuáles eran sus juegos en la infancia. Su juego consistía en hamacarse, jugar a la loca;  también se divertían con la payanga, que se jugaba juntando cinco piedras, y luego se desparramaban en el piso y con una piedra en la mano se juntaban las cuatro restantes, luego con dos y así sucesivamente hasta juntar de una las cinco piedras. “También hacíamos juegos de varones, jugábamos a las bolitas entre mujeres y varones” se ríe.
Otro juego que les gustaba era el gallito ciego, pero no sólo eso:  “Las nenas jugábamos a la mamá, a la cocinita, nuestras madres nos daban un poquito de arroz, un poco de yerba, y hacíamos casitas”.
Durante su relato se muestra muy contenta por un lado y nostálgica por otro. Mientras sigue cocinando nos cuenta cuáles eran los juegos que hacía en la escuela.

La riqueza de la infancia: los juegos y la imaginación.
 
“En la escuela eran juegos tranquilos” dice, “como la ronda de San Miguel, el huevo podrido”. Muy memoriosa y con ganas de hablar, ella nos relata que en su niñez había tenido la suerte de que cerca de su casa materna, había venido un parque con muchos juegos, y uno de esos era un tobogán muy grande y largo, el cual les gustaba mucho porque lo enceraban y les daban una alfombra; cuando se tiraban parecían que volaban, hasta que un día se fueron, lo dejaron armado, “nosotras, íbamos nos subíamos, y como estaba encerado todavía, nos poníamos una bolsa de arpillera y nos tirábamos”. se ríe y sus ojos se iluminan.
Ya casi terminando la charla le preguntamos si hay diferencia entre los juegos de antes y los de ahora, sentada en la mesa piensa un ratito y contesta: “Creo que antes había más juegos en los que podían participar todos, compartíamos más todos juntos, porque ahora los chicos se aíslan con la internet, los juegos individuales, los electrónicos”. Muy convencida dice que la diferencia está en que antes eran una fraternidad y los chicos de ahora priorizan otras cosas antes que el juego, “creo que los tiempos son otros, y se han ido acelerando, pero eso no quiere decir que antes era mejor que ahora, sino que son diferentes épocas”. Y termina diciendo “además los chicos ahora, desde chiquitos hasta los grandes están en la competencia de quién tiene el último celular, el último juego, en cambio en aquella época ¡éramos tan pobres! que nos conformábamos con poco”.


Conociendo otra infancia
                                 por Catalina Paolini

            La entrevista fue realizada a mi abuela, quien tiene 68 años. Opté por hacérsela a ella porque, al ser única hija y de otra generación, me pareció muy interesante poder conocer una infancia distinta a la mía.

            Al llegar a su casa, le conté sobre la entrevista y de qué se trataba.
            Enseguida, mi “Ababa”(abuela), muy entusiasmada, me invitó a que nos sentáramos en la cocina y juntas comenzamos un emotivo y entretenido viaje a su pasado.

            Le pedí que me cuente sobre cuáles eran los juegos con los que solía pasar su tiempo de niña.
            Sus recuerdos rápidamente se cargaron de nostalgia, parecían muy lejanos pero, al mismo tiempo, estaban muy presentes en su memoria. La emoción fue inevitable, las lágrimas le empañaron sus ojos, y mi abuela, feliz, como si volviera a ser niña otra vez, comenzó a nombrar uno tras otro los juegos de su niñez: la payana, la soga, la estatua, la loca, el tesoro escondido, las muñecas de porcelana (mencionó que sus padres le habían regalado una muñeca de goma), los juegos de mesa, los libros de cuento, los disfraces, los radioteatros que escuchaba en familia y luego jugar a ser ese personaje, el tobogán, el sube y baja y las hamacas.

       A la pregunta de con quién jugaba respondió: “Todos estos juegos eran con mis papás, abuelos y muy pocas veces con mis primos” y, un poco apenada, me comentó que esto se debía a que  fue hija única y sus padres la sobreprotegían mucho, no permitiendo que fuera a jugar a casa de sus amigos, al jardín de infantes; y prefirieran que solo juegue en su casa, la de sus primos o sus abuelos.
Esta pregunta entristeció un poco su relato, porque le hubiera gustado poder compartir cosas con chicos de su misma edad, pero manifestó no sentirse frustrada por esto, porque mi abuela rememora su infancia como una etapa muy feliz de su vida, llena del amor, cariño y afecto de sus padres, a los que recuerda permanentemente y tuvo presente durante toda la entrevista.
            Mi abuela tampoco hizo actividades extraescolares porque no era algo común en esa época, ya que eran muy pocas las familias que tenían los recursos para que sus hijos hicieran alguna actividad.

            Realizar esta entrevista fue una de los trabajos mas lindos que me ha tocado hacer hasta este momento, porque gracias a él no solo conocí  otra forma de vida y otras costumbres, sino que también descubrí parte de la historia de mi familia que me sirven para entender cómo es mi abuela, acercarme más a ella y hacerle sentir un poco del cariño que ella tanto extraña.